» El Tiempo.

16 de abril de 2020

Hay un placer que yo desconocía en ver el telediario. Enciendes la televisión y ahí hay gente que te cuenta (una vez más) cómo va todo eso. Hablan a la cámara y se les escucha y ve bien, hacen conexiones en directo y sientes la mejor versión de la videollamada tan explotada estos días: ver sin que te vean, puedes insultar a esas personas, reírte de ellas, o decirles: “¡muy bien dicho!” (esto a mi abuela le encanta). A veces dejo encendida la televisión cuando empieza el telediario y ahí se queda, como si tuvieras visita en casa y te permitieras el lujo de dejar que se apañen e ignorarlos por completo. Hay un placer enorme en eso. Para mí ver el telediario es el nuevo abrir la nevera a ver qué tengo.

La cosa es que, de cara al final, empieza la sección de El Tiempo. Siempre pensé que había en mi familia un interés excesivo por escuchar cómo iban a cambiar las temperaturas o el clima. Nunca le di importancia a que lloviera en una localidad que está a más de 700 kilómetros de mi casa. Y, claro, mi rechazo a este bloque informativo fue muy en aumento cuando empezó el confinamiento. Si ya me daba igual el tiempo que fuera a hacer cuando se podía salir, ¿os imagináis lo que me importa ahora?

Pues estaba equivocado. Mucho. Sigo practicando el desprecio y la indiferencia al bloque de noticias, pero cuando dan paso al momento meteorológico, todo se detiene y espero la predicción como el acusado que escucha su sentencia.

Y es que a medida que ha ido avanzando esta situación, el tiempo y mis estados de ánimo son exactamente lo mismo. Los símbolos de soles, nubes o lluvias que mis admirados equipos de meteorología dibujan sobre el mapa, son para mí los emoticonos que resumen mi futuro inmediato. Y, ojo, hay un arte en el símbolo. En el de sol y nubes, por ejemplo, tienen claro que la nube tapa al sol y no al revés. No nos vayamos a creer que sol y nubes es de todo un poco, no. Sol y nubes es nublado de ese de que cuando intentas mirar al cielo te quedas ciego y no entiendes por qué. Y lo cierto es que esa imagen describe mejor cómo estoy que cualquier otro adjetivo melodramático que yo intente fabricar para hacerme el interesante.

Siento que quien presenta el resumen meteorológico me mira a mí con mirada de psiquiatra que me diagnostica. Entonces hace una mueca de compasión, gira la cabeza levemente como quien da un pésame y anuncia que mañana llueve otra vez. Y sí, que si qué bien que llueva porque se llenan los pantanos, que si mirad qué foto más bonita nos mandan de esta tormenta, que si lo bueno es que estamos en casa y no hay que sacar los paraguas… Todo lo que tú quieras, sí, pero el entusiasmo con el que has anunciado otras veces que por fin hay sol de primavera es más rotundo que toda la filosofía de frase en tacita de desayuno que nos empuja a alegrarnos de que mañana llueve otra vez.

‘Borrasca’ es sinónimo de: “mira, no te hagas muchos planes mañana, que para cuando te levantes de la cama va a tocar el aplauso de las ocho y ya se te ha echado el día encima”. Y en realidad agradezco saberlo. El Tiempo es mi nuevo horóscopo, mi religión, mi psicólogo.

Creo que me he enamorado de esa gente, con sus trajecitos de chaqueta y sus sonrisas de mentira. Ojalá algún día yo llegue a conocerme igual que lo que me conocen estas personas.

Mañana llueve.